Capitulo 45
‘¿No me
digas que la estás echando a patadas?’
La condesa
envolvió a Rose con sus brazos.
"Cariño,
ella sigue siendo nuestra hija".
“No la voy
a abandonar. Estoy seguro de que el vizconde Walson aún no ha oÃdo hablar
de esto".
La familia
del vizconde de Walson era una de las familias que creÃa en los rumores que
difundió Rose y estaba en conversaciones para casarse con Rose.
Rose
estaba tras él. Porque tenÃa mucho dinero que aportar.
Se suponÃa
que se encontrarÃa con él en la fiesta esa misma noche.
Esto es lo
que quiso decir el Conde.
El
vizconde Walson no tenÃa ninguna conexión especÃfica con otros nobles. No
serÃa hasta dÃas después que le llegarÃa la noticia de la desgracia de Rose.
Entonces,
si ella le hacÃa prometer que se casarÃa con ella ahora mismo, ¡Rose lo
lograrÃa!
Por
supuesto, el vizconde de Walson se volverÃa loco si averiguaba la verdad con
retraso.
Pero ese
problema podrÃa resolverse más tarde.
Los ojos
de Rose se abrieron de golpe.
"Papá,
¿se trata del matrimonio?"
“Eres
agudo. Haz lo que quieras. No tienes que volver a pasar la noche, asÃ
que asegúrate de que él prometa el matrimonio".
"¡No
te preocupes!"
Se dio
cuenta de que no era demasiado tarde.
Casarse
con el vizconde Walson no se limitarÃa a pagar el dinero del duque.
'Laritte,
si puedes actuar a tu manera con el Duque... ¡entonces yo también apareceré en
esplendor! ¡Seguramente llegará el dÃa en que derrotaré a la multitud de
chicas!’
Rose
revisó su vestido de manera apresurada.
Salió para
encontrar el carruaje ya preparado.
La mansión
del vizconde no estaba lejos de aquÃ. El carruaje aceleró mientras ella se
sentaba dentro.
La
doncella fue primero a la puerta para informar al vizconde que Rose habÃa
llegado.
"¡Por
favor abre la puerta! Por favor ábrelo".
La puerta
se abrió suavemente con un crujido.
Al
reconocer a la doncella de los Brumayer, el mayordomo frunció el ceño.
"¿Qué
pasa?"
La criada
se sorprendió por su tono inusual.
SabÃa que
el vizconde Walson sentÃa algo por Rose.
Cada vez
que Rose visitaba la mansión, él se apresuraba a saludarla de inmediato y la
trataba bien en todos los sentidos, sin importar qué.
Rose
también era hermosa a sus ojos.
Además,
los Brumayer eran la familia a la que el vizconde Walson querÃa estar cerca
debido a su presencia histórica.
Un
escalofrÃo recorrió los hombros de la criada.
Por
supuesto, era la primera vez que estaba aquà en una noche a la que su Dama
venÃa de visita.
Pero, ¿por
qué la expresión del mayordomo era tan feroz?
La
señorita Rose ha llegado para hablar con el vizconde.
El
mayordomo negó con la cabeza con firmeza.
"Mi
maestro no se ha sentido bien desde hoy, por lo que no puede atender a ningún
invitado".
"¿Qué
quieres decir? ¿Está bien que un mayordomo diga esto sin el consentimiento
de su amo?"
Por alguna
razón, al mayordomo no se le permitió darle la bienvenida a Rose Brumayer.
Lo mismo
ocurrió con todos los sirvientes del vizconde.
Pero no
pudo evitarlo debido a la terquedad de la criada.
“Entonces,
déjame subir las escaleras y preguntarle a mi maestro. Espera aquÃ."
No pasó
mucho tiempo antes de que regresara el mayordomo.
Entregó la
negativa de su amo a través de la rendija de la puerta con pestillo.
"Mi
maestro dijo que hoy es tarde, asà que le pidió que lo visitara más
tarde".
¿Tarde? Esto
impresiono a la criada.
¿HabÃa
oÃdo ya que la señorita Rose fue humillada por Laritte?
La criada
se vio obligada a regresar al carruaje donde estaba sentada Rose.
“Señorita,
el vizconde dice que le resultará difÃcil encontrarla hoy.”
Rose no
podÃa creer lo que oÃa. Su boca se abrió de sorpresa y conmoción.
Como la
criada, esta respuesta fue inesperada para ella.
El
vizconde debe haber notado los pensamientos más Ãntimos de Rose cuando llegó a
una hora tan tardÃa.
Debió
haberse dado cuenta de que ella habÃa venido a hablar sobre el matrimonio.
Pero Rose
no creÃa que el vizconde pudiera rechazarla.
‘¿Cómo se
atreve el vizconde Walson a rechazar mi visita?’
"¿Dejaste
claro que estaba aquÃ?"
"Por
supuesto…. ¡Lo tengo, señorita! El mayordomo dijo que no estaba bien".
La criada
tragó saliva nerviosamente bajo la mirada rencorosa de Rose.
Rose
estaba a punto de golpear con la palma de la mano la mejilla de la
criada. Pero renunció al pensamiento.
No podÃa
permitirse el lujo de acosar a la doncella ahora.
Rose salió
del carruaje y caminó directamente hacia la puerta de la mansión.
¿Y qué si
está enfermo?
¡Ã‰l le
darÃa la bienvenida sin importar qué, ya que ella está aquÃ!
"¡Ven
aquà ahora mismo!"
Gritó
fuera de la puerta.
El
mayordomo volvió a abrir la puerta. ParecÃa cansado de eso.
"Me
temo, señorita Rose, que..."
"¡Apártese
del camino! Se lo diré yo mismo cuando lo vea en persona".
Ella se
hundió en el caos. Pasando por delante del mayordomo, miró alrededor de la
casa.
Más allá
de la puerta central blanca con varios arcos, habÃa una sala de estar.
De sus soportes
colgaban muñecos de varios diseños.
El
vizconde Walson dirigÃa una empresa que fabricaba juguetes para niños. La
compañÃa era muy popular entre la gente de clase media y ahora estaba
acelerando el lanzamiento de nuevos productos.
Asà fue
como se creó este escenario.
‘¿Qué pasa
con este trozo de muñeca de madera? ¿Es un juguete nuevo que está
desarrollando? Hmm, es bastante interesante que se pueda ganar dinero con
cosas como esta'.
Sus ojos
se posaron en una muñeca sobre la mesa naranja.
Ella
sacudió su cabeza. Este no era el momento para eso.
“¿Dónde
está mi querido vizconde? Deseo ver por mà mismo cuánto está enfermo para
poder cuidarlo".
Las
doncellas del vizconde corrieron hacia su amo para darle la noticia.
Finalmente,
apareció por encima de las escaleras en el segundo piso.
El joven,
parecido a una rata aplastada, estaba de pie con un traje pulcro.
Sus
mejillas pecosas estaban rojas de vergüenza.
"¿De
qué se trata todo este alboroto?"
“¡Mi
querido vizconde! Escuché que no te sentÃas bien, asà que me apresuré a
entrar. ¿Estás bien?"
Rose
pronunció una abominable palabra de preocupación. Ella se agarró a la
barandilla y subió las escaleras para verlo bien. De repente, frunció el
ceño.
‘¿No
dijeron que estaba enfermo?’
El
vizconde parecÃa estar lejos de estar enfermo.
No olÃa a
medicina. En cambio, solo podÃa sentir el olor único de la madera y
escuchar el crujido de la leña.
El
vizconde Walson alzó la voz con ira.
“¿Qué le
pasa, señorita? ¡Sal de mi casa ahora!"
“Pero
vizconde... ¿estás realmente enfermo? Con el debido respeto, creo que te
ves bien..."
Ella habló
nerviosamente.
¿HabÃa
llegado ya a saber que la posición del Conde se derrumbó por el suelo?
'¡No puedo
dejar ir a este tipo de familia con el dinero!'
El
vizconde alzó la voz.
"¡Vamos! ¡Sal
de mi mansión, ahora!"
Volvió la
cabeza para ver si alguien estaba mirando. Y se sintió extraña cuando no
encontró a nadie preocupado por el trato inusual de su amo.
Finalmente,
Rose se vio obligada a salir de la casa.
¿Que pasó
aquÃ?
~.~.~.~.~.~.~
Laritte se
echó las frambuesas a la boca.
El néctar
agridulce chocó con sus papilas gustativas.
"Mmm,
es celestial".
Después de
regresar a la mansión, Laritte e Ian se sentaron a la mesa.
Delante de
ellos se colocaron cestas de frambuesa.
¿Cómo pasó
esto?
Esa noche,
después del banquete, no habÃa muchos lugares para visitar.
Inevitablemente,
encontraron frambuesas mientras daban un ligero paseo por el sendero.
“Me alegro
de que hayamos recogido las frambuesas, ¿verdad? Los bocadillos al
amanecer también son buenos".
"SÃ,
SÃ."
Ian
pronunció las palabras sin querer mientras veÃa a Laritte morder las bayas.
No le
gustaba cómo estaban las cosas ahora.
¡Estaba
tratando de tener una conversación amistosa con ella!
'No
esperaba que Laritte encontrara frambuesas en su lugar……'
Ella pidió
elegirlos, pero Ian querÃa oponerse. Los arbustos espinosos parecÃan
demasiado peligrosos para que ella se acercara.
Pero
mirándola, incluso podrÃa atravesarla desnuda.
Ian
siempre habÃa perdido con ella. Esta vez, de nuevo, salió como querÃa
Laritte.
Preguntó
Laritte.
“Por
cierto, ¿adónde fuiste antes? Fuiste a una mansión bastante
misteriosa. Tengo aún más curiosidad ahora que dijiste que se debÃa a una
razón inevitable".
Los dedos
de Ian rozaron las frambuesas que ni siquiera comió.
"Ejem,
ejem."
“Hmph…. Si
no quieres decÃrmelo, está bien".
HabÃa una
razón por la que no podÃa hablar.
Ian
recordó la escena cuando entró en la mansión.
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